Artes Visuales
Lo Mejor del 2010: Hablamos con el genio de Metrópoli, Rodrigo Sánchez
Y siguiendo con nuestro especial Lo Mejor del 2010, te contamos que el miércoles 28 de julio se había inaugurado una exposición con las 100 mejores portadas del suplemento Metrópoli que el diario español El Mundo. El responsable de semejante detonación visual es Rodrigo Sánchez, columnista de Visualmente.
El 27 publicamos un reportaje exclusivo donde conocimos sus portadas preferidas, las que se quedaron en el camino, las más complicadas, toda la intimidad detrás de un éxito editorial que cumple 20 años.
A continuación, El Norbi hizo su selección personal de lo que él creía que eran las mejores que hizo Sánchez.
(Nota: si querés conocer la explicación de la portada del código de barras que eligieron para el afiche de la expo, entrá ahora en Chillart, y Sánchez que contará cómo se le ocurrió)
1. ¿Cómo te hiciste cargo de las portadas de Metrópoli?Como muchas cosas importantes en la vida, esto también surgió por casualidad.
Cuando la dirección del periódico decide dar un nuevo aire a Metrópoli, Carmelo Caderot, Director de Arte de El Mundo, andaba muy ocupado con otros proyectos del diario. Yo pasaba por allí y… así empezó todo.
Metrópoli llevaba ya cinco años en el mercado, nació unos meses, casi un año, después de El Mundo, y había cumplido una etapa gráfica. Date cuenta de que hablamos de 1995, con un diseño creado en 1990. Había llegado el momento de rediseñar la revista. Yo, por entonces, sólo me dedicaba al suplemento dominical como Redactor Jefe de Arte, y tenía tiempo suficiente como para ampliar mis ocupaciones. Me gustó la idea de empezar una nueva revista muy diferente a lo que había hecho hasta entonces. Nunca había diseñado una guía de entretenimiento y me atraía enfrentarme a los retos de otro tipo de lector y a otro tipo de información.
En aquella época solía dejar la portada para el final. Era mi método. Ahora lo hago al contrario, primero la cabecera, luego la portada y luego el resto. Para Metrópoli debí de hacer unas 15 cabeceras diferentes y, la verdad, es que me gustaban todas. Fui descartando propuestas hasta quedarme con la más simple, la de ahora. Nunca pensé que ese diseño fuese a aguantar tanto tiempo y de manera tan fresca. Nunca pensé que no llegara a cansarme de una cabecera tan rotunda, tan marcada, con tanta personalidad, con tanto peso y negritud y, al mismo tiempo, tan versátil, tan manipulable, tan adaptable, tan transparente y etérea cuando es usada correctamente. Con el tiempo, he aprendido a extraer muchas de las posibilidades de esa tipografía egipcia enlutada. Pero todavía me queda mucho por sacar, aún no la he exprimido del todo.
(Rodrigo Sánchez y El Norbi en Madrid, en el II Seminario de Diseño Periodístico en septiembre del 2007, en la Universidad San Pablo CEU, organizado por el profesor Pedro Pérez Cuadrado)A lo largo de estos años, y a lo largo de estas miles de portadas (entre las publicadas y las no publicadas), he modificado la cabecera cientos de veces, pero siempre acabo regresando a la original. Con los años se ha hecho indispensable en muchas de mis soluciones gráficas. Y muchas han sido las veces en las que, tras casi tener definida una portada con la cabecera alterada, he decidido, en el último momento, parar y regresar a la original. Cada vez me ocurre más a menudo. Supongo que será la edad.
2. ¿En 20 años tendrás armado tu top 5 con las mejores? ¿Cuáles son y por qué?LA DELGADA LÍNEA ROJA es, sin duda alguna, mi portada favorita. Por su simplicidad, por su rotundidad, por su obviedad y por el riesgo que supuso pensarla, hacerla y publicarla. Y, además, por la terrible bronca que tuve con la dirección del periódico por haberla editado. Esa portada corresponde a una película bélica, del mismo título (en inglés original “The Thin Red Line”), cuya publicidad había bombardeado las televisiones, las radios, las marquesinas de autobuses y los anuncios de todos los medios impresos de la ciudad y, probablemente, del país. Yo no podía salir el último día, justo antes del estreno, con algo parecido o derivado de lo que ya llevábamos viendo semanas. Además, la cartelería oficial del filme era bastante buena, creo recordar que se trataba de los primeros, primerísimos, planos de tres soldados con cara de asustados. Bastante dramático y eficaz.
Decidí tirar por lo obvio, pero por lo obvio de verdad, sin medias tintas. A veces lo más sencillo es lo más complejo, y al revés. No me arrepiento de mi decisión y estoy muy satisfecho del resultado. Desde luego la portada llamó la atención de los lectores… y la de mi director.
TELEMETRÓPOLI es otra de mis favoritas. Es una portada, al igual que la de LA DELGADA LÍNEA ROJA, que no destaca por su diseño, sino por la utilización arriesgada del concepto informativo. El tema de portada era sobre los servicios a domicilio, es decir, todos los servicios y productos que se pueden conseguir a través del teléfono y que son servidos o satisfechos en tu propia casa. Comida, masajes, limpieza, etc. Decidí meter en portada todos los números de teléfono que aparecían en el reportaje, todos. Y, como no me cabía el titular, decidí titular en la cabecera, sustituyendo el habitual Metrópoli por TELEMETRÓPOLI, pero añadiendo, además, el número de teléfono de nuestra secretaria de redacción (de hecho ese número es lo que más se ve en la portada). También puse el teléfono de la centralita del periódico en el lugar habitual del logo de El Mundo, arriba del todo, en el luto superior, pero sustituyéndolo por TELEMUNDO, para seguir con el juego.
Mi idea era que la gente cortara la portada y la pusiese en la puerta de su nevera. Así tendrían los teléfonos más útiles muy a mano. Fue, quizás, la portada más útil que he hecho nunca. Me queda la duda de si alguien la utilizó alguna vez.
WORLD TRADE CENTER. Es, casi con seguridad, la portada más icónica y emblemática que he hecho. Quería transmitir el derrumbe del capitalismo y quise transmitirlo con el gran icono comercial capitalista, el código de barras. Lo manejamos a diario en todo tipo de transacciones comerciales, tanto que ya apenas reparamos en él. Usé el código de barras que publicaría mi periódico ese mismo día y luego fue la maestría de mi gran colaborador, dibujante y amigo, Raúl Arias, quien me solucionó el tema del humo. Le dimos muchas vueltas. Creo que tú, querido Norberto, publicaste alguna de las opciones de humo que teníamos para seleccionar.
Creo que fue una portada casi perfecta. Tengo colgada una reproducción gigante en mi despacho.
ARMAGGEDON. La película no pasará a los anales de la historia del cine, pero la portada me salió redonda. Intenté imitar el movimiento del asteroide avanzando hacia la tierra. Quería hacer una portada que marease al mirarla, que diese vértigo, que se moviese. Utilicé el texto del Apocalipsis de la Biblia para dar al fondo la textura desenfocada y dejé sólo la palabra ARMAGGEDON (el título de la película) sin manipular. La portada tiene un pequeño truco: el desenfoque de la cabecera no es continuación del desenfoque del resto de la página, es menor. El desenfoque original con los parámetros del resto del texto la convertían en algo ilegible e ininteligible. Tuve que hacer un apaño de fusión entre dos desenfoques. Pero, apenas se nota.
MUNICH. Juegos olímpicos, equipo judío y atentado terrorista. Conceptualmente es impecable. Los aros olímpicos con la forma de la Estrella de David funcionaban perfectamente. Para el disparo necesité la ayuda de mi pistolero particular, Raúl Arias. Esta es mi quinta favorita.
3. ¿Cuál fue la más difícil de lograr?La de LIBRERÍAS RARAS. La idea la tuve rápido, pero la realización física para luego fotografiarla me llevó dos semanas, pues hube de involucrar a dos personas más y tuve que prever soluciones a los posibles fallos que me evitasen tener que repetir el trabajo desde el inicio. La idea la tome de la cantidad de libros que llega a la redacción y que al final acaban en la papelera o en alguna ONG para niños africanos (siempre me he preguntado qué uso darán a esos libros los niños africanos, pues la mayoría no creo que sepan leer y, de estos, dudo que ninguno lo haga en castellano). Quise crear el mismo efecto que los estudiantes hacen en sus libros y diccionarios de colegio para distinguirlos de los del resto de sus compañeros. Seleccioné la cantidad necesaria de libros como para que, puestos juntos en vertical, me cupiese la cabecera de Metrópoli a tamaño natural. Luego pegué las tapas y contratapas de unos con las del contiguo hasta hacer un bloque compacto. El siguiente paso sería presionar el paquete con unas grandes abrazaderas de carpintero para poder manipular el bloque y dibujar sobre el canto de las hojas (la parte contraria al lomo) sin riesgo de que se moviese alguno de los libros. Además necesitaba que todo estuviese muy comprimido para que la rotulación fuese precisa y que, una vez acabado el trabajo, las medidas ajustasen perfectamente con el formato de la revista.
Como me daba miedo cometer algún error al rotular los textos y titulares que iba a escribir en esas zonas, debía enviar el bloque completo a fotografiar cada vez, para poder recurrir al photoshop en caso de apuro. Dibujaba cada una de las líneas de texto verticales con cada una de las especialidades de librería y… a fotografiar, y así sucesivamente hasta el final. Fue bastante engorroso y lento. Además añadiendo la complejidad de imitar el tipo de letra egipcia que usamos normalmente en Metrópoli. Para complicarlo aún más, el bolígrafo que utilicé para la portada se quedó sin tinta a mitad del proceso y fue complicado encontrar otro con un tono similar (¡Qué difícil se hace encontrar un boli Bic negro en mitad de una redacción llena de ordenadores!) Para la cabecera, conseguí convencer a nuestro genial dibujante Ricardo Martínez de que me la rotulase él. Sin duda, tiene mejor pulso que yo. Le salió perfecta a la primera.
El resultado fue bastante bueno y sorprendente. Pero, sin duda, fue muy difícil de lograr.
4. ¿Cuál crees que no funcionó muy bien?(Rodrigo ríe con ganas) ¿Cien, doscientas?, creo que no tienes espacio en el blog para tanta miseria. En serio, han sido muchas, pero cada uno de esos fallos ha sido el camino del acierto de otras muchas. Siempre me he tomado Metrópoli como una vía de investigación gráfica, como un terreno para la experimentación y para mi distracción y divertimento. La mayoría de las veces se acierta y alguna no, pero sin riesgo no hay éxito.
Cuando finalizo un trabajo siempre pienso que podría haberlo hecho mejor si hubiera tenido más tiempo, que podía haber sacado más de aquí o de allí… que si aquí me quedé corto, pero que allí me pasé. Bueno, creo que el conjunto, al final, ha quedado equilibrado.
Y, además, no nos equivoquemos. Esto no es más que la portada de una revista dentro de un inmenso conjunto de publicaciones y suplementos. No creo que lo que haga o deje de hacer altere la vida de nadie ni que cree ni derroque gobiernos. Esto es para divertirse, entretenerse y llamar la atención.
(Alguna fotos que muestran la Campaña que se está haciendo ahora en el Metro de Madrid. Hay 10 modelos diferentes y están expuestos en casi 100 estaciones del suburbano)
5. Vos hablás de hacer que el lector le dedique más de 4 segundos a la contemplación de una imagen, pero también agregas que si es necesario démosle 4 minutos. Y, si es posible, démosle toda una vida para pensar en ello y que trate de averiguar que es lo tratamos de contarle. Qué quiere decir esto?Nos dedicamos a una especialidad efímera. Tanto que prácticamente nada más entrar en rotativas nuestro producto empieza a estar antiguo, obsoleto. Cualquier cosa que supere ese tiempo ya es un triunfo. Si además consigues que un lector, aunque sea sólo uno, se guarde tu portada como recuerdo o la cuelgue en su cuarto eso lo consideraría un milagro. Y te aseguro que he recibido cartas de que ese milagro ha existido.
Si alguien hace eso es que piensa que, o bien hemos conectado con algo muy profundo suyo, o bien le hemos emocionado con nuestra propuesta. Si, además, lo conseguimos sin poner en portada a una chica desnuda o a un grupo de música de moda, pues eso ya es la quinta esencia del portadista.
Creo que la base de todo es la búsqueda de lo inesperado, sorprender cada semana, arriesgar con nuestra imaginación o recurrir a las tripas de la emoción. Riesgo, pasión, imaginación, fuerza y trabajo.
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