Artes Visuales
(Por Pili Santillán) Hace no mucho tiempo alguien hizo referencia a una verdad que me resultó graciosa pero, al mismo tiempo, muy real: que los hombres se parecen a una cajonera. Sí, no me equivoqué: una cajonera. En palabras más sencillas, sería decir que las personas de sexo masculino tienen la capacidad de fragmentar su vida en distintos “cajones”, sin que el contenido de cada uno afecte al otro. Cuando juegan al fútbol tienen la cabeza puesta en la pelota; cuando trabajan, en qué opinará el jefe. Y, mientras tanto, nosotras al lado del teléfono esperando un “te quiero, gorda”.
Sin pretender hacer un estudio sociológico de las diferencias entre el hombre y la mujer, diré que esa capacidad de separar ámbitos de la vida (y la dificultad de hacerlo, en nuestro caso) se ve claramente reflejada en el estilo de escritura de cada uno. “No descubriste ninguna verdad nena, todos tienen su propio estilo porque no hay nadie idéntico al otro”. A ver, a ver... no es eso a lo que quiero llegar. Vayamos un poco más allá. Sé que las mujeres que trabajan en una redacción me darán la razón. No existe el periodismo objetivo por la simple razón de que quien escribe es un sujeto (y no un objeto). Pero esto es más visible cuando escribimos nosotras. Cada vez que la tinta corre en el papel, sé que, de alguna manera u otra, esa discusión con mi amiga, ese abrazo con mi chico o esa felicitación de mi jefa, se infiltrarán entre las palabras del texto que escribo.
Con esta teoría no quiero decir que los hombres son unos insensibles. A ellos también les afecta el entorno, ¡por supuesto! Pero nadie podrá negar ese “ser unitario” que somos las mujeres. Y, para aquellos –o aquellas- que todavía no están convencidos, les hago una confesión: pienso lo que escribo ahora y escribo lo que pienso ahora, pero no es lo único que estoy pensando. Espero que no lo tomen a mal muchachos. Esa es la verdad. Las mujeres no somos cajoneras. A todas, ¡salud!
Pili Santillán es estudiante de comunicación en la Universidad Austral de Buenos Aires, Argentina.
Artes Visuales
Mu16: Las cajoneras de la vida
(Por Pili Santillán) Hace no mucho tiempo alguien hizo referencia a una verdad que me resultó graciosa pero, al mismo tiempo, muy real: que los hombres se parecen a una cajonera. Sí, no me equivoqué: una cajonera. En palabras más sencillas, sería decir que las personas de sexo masculino tienen la capacidad de fragmentar su vida en distintos “cajones”, sin que el contenido de cada uno afecte al otro. Cuando juegan al fútbol tienen la cabeza puesta en la pelota; cuando trabajan, en qué opinará el jefe. Y, mientras tanto, nosotras al lado del teléfono esperando un “te quiero, gorda”.Sin pretender hacer un estudio sociológico de las diferencias entre el hombre y la mujer, diré que esa capacidad de separar ámbitos de la vida (y la dificultad de hacerlo, en nuestro caso) se ve claramente reflejada en el estilo de escritura de cada uno. “No descubriste ninguna verdad nena, todos tienen su propio estilo porque no hay nadie idéntico al otro”. A ver, a ver... no es eso a lo que quiero llegar. Vayamos un poco más allá. Sé que las mujeres que trabajan en una redacción me darán la razón. No existe el periodismo objetivo por la simple razón de que quien escribe es un sujeto (y no un objeto). Pero esto es más visible cuando escribimos nosotras. Cada vez que la tinta corre en el papel, sé que, de alguna manera u otra, esa discusión con mi amiga, ese abrazo con mi chico o esa felicitación de mi jefa, se infiltrarán entre las palabras del texto que escribo.
Con esta teoría no quiero decir que los hombres son unos insensibles. A ellos también les afecta el entorno, ¡por supuesto! Pero nadie podrá negar ese “ser unitario” que somos las mujeres. Y, para aquellos –o aquellas- que todavía no están convencidos, les hago una confesión: pienso lo que escribo ahora y escribo lo que pienso ahora, pero no es lo único que estoy pensando. Espero que no lo tomen a mal muchachos. Esa es la verdad. Las mujeres no somos cajoneras. A todas, ¡salud!
Pili Santillán es estudiante de comunicación en la Universidad Austral de Buenos Aires, Argentina.