Artes Visuales
Lemony Snicket, Cromagñón y la versión vieja de la prensa joven
-Eres guapa. Si yo estuviese en tu lugar,
intentaría no hacer enfadar al Conde Olaf,
a menos que quieras que te destroce
esa bonita cara.
Esta parte del libro no aparece en la película de
Jim Carrey,
Lemony Snicket: Una serie de eventos desafortunados, pero su espíritu se mantiene a todo lo largo del film. La sorpresa fue tremenda. Era una perfecta parábola de lo que pasa hoy en la forma de ver que tienen los diarios a los jóvenes. Y, peor, los suplementos jóvenes a los jóvenes. Eso quedó en claro cuando fue lo de Cromagñón, y, más tarde, con el jamaiquino Marley.
Como Olaf, a los suplementos poco les importa lo que a los jóvenes les preocupa. La temática es impuesta por el mundo adulto que sólo persigue, como el malvado tío de los jóvenes Baudelaire, salvarse económicamente a costa de ellos. A nadie le interesa lo que sienten. Nadie se toma el trabajo de averiguar que es lo que quieren. Ellos usan remeras que recuerdan a alguien que nació hace sesenta años, pero en su diario no aparece nada, ni en
Vía Libre de La Nación, ni en el
Sí de Clarín.
Una situación violenta en el relato fantástico dará los datos para construir la última coincidencia. Un incidente igneo deja a los jóvenes argentinos, como a los hermanos Baudelaire, en manos de adultos que, en lugar de asumir su responsabilidad, aprovechan la situación para quitarles la poca libertad de la que gozaban.
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